domingo, 11 de marzo de 2012

Grandísimo análisis de La Serenissima

Lo que se encuentra uno por ahí. No voy a comentar nada, sólo me voy a limitar a compartir con vosotros esto que he leido en internet.

"Antes que nada, mi enhorabuena por el blog. Decido publicar este comentario al discrepar en algunos aspectos con tu opinión sobre "La serenissima", especialmente, en lo que al análisis de la identidad cultural de la agrupación se refiere. Y haré por explicarme.

Podemos decir que J. C. Aragón es un autor controvertido, y que suscita, como todo personaje creado a tal efecto, mucha disparidad de consideraciones con respecto a su figura. No obstante, al situarlo dentro de la historia del Carnaval de Cádiz siempre destaca más lo extracultural sobre su verdadera producción, la cual, si la desentrañamos minuciosamente, peca de sobrevaloración. Pero debo (por cuestión de tiempo y espacio) centrarme en su propuesta para este año.

“La serenissima”, y en todos los aspectos, ha de evaluarse como un experimento fallido. En primer lugar, porque el COAC es un concurso de agrupaciones carnavalescas y, en esencia, ha de servir para presentar y valorar producciones identificables con el Carnaval de Cádiz. Parece una perogrullada, pero todo producto no identificable directamente con los valores centenarios de esta fiesta; es decir, que no transmita un vínculo con la ciudad, es difícil que una sociedad lo asimile como autóctono.

Y hay que advertir que el caso de este año no es más que la elevación a su máximo exponente de otros casos predecesores: «Araka la kana» y su obcecación por ajustarse a Uruguay en detrimento de Cádiz fueron premiados y valorados positivamente por todos, por lo que a la crítica, cabe añadir mucha autocrítica al respecto: ¿sabemos en Cádiz lo que debemos valorar de nuestro propio ADN cultural?

Por otra parte, pasemos a los aspectos evaluables de “La serenissima”. Mi mayor discrepancia sobre este post, tiene que ver con la excelencia atribuida a la música. La historiografía musical del Carnaval de Cádiz demuestra que la composición del autor queda bastante lejana de nuestros valores propios: construcción en tres bloques musicales, armonización de bajo relieve, valoración de la brevedad y la concisión, regularización del tempo y de las transiciones (también en ejecución), etc. Basta hacer la clásica “prueba de la memoria”: si el pasodoble no puede ser recordado ni tarareado con facilidad por una mayoría de personas, ha fracasado en su intento de ser ‘música popular’ (por definición). Aún hoy se cantan tanguillos de “Los Anticuarios” y el pasodoble al “Vaporcito de El Puerto”, pero cuesta horrores evocar obras de escasos años atrás (incluso del presente). Una música popular no puede exigir a una sociedad que tire de virtuosismo para ejecutarse, porque se contraviene conceptualmente a sí misma.

Luego está la cuestión literaria. Paradójicamente, y aunque el autor pregona que su figura es demandada por cuanto expone a nivel de contenidos críticos, desarrolla casi toda su producción (también este año) en torno a su persona. Un perfil psicolingüístico somero denota claramente la incapacidad de evitar un tributo a su propio ego, por más secundado que esté por el fenómeno fan, cuyos comportamientos suelen anclarse en impulsos efectistas (cuando no mercantiles). Por ejemplo, todos sabemos que Britney Spears tiene millones de fans, pero que musicalmente nunca llegará al plano que hoy reconoce a Ella Fitzgerald, Édith Piaf o Barbra Streisand, por ejemplo.

Puede ser que tal vez me traicione mi discurso algo tecnificado por “deformación profesional”, pero espero haber ayudado a los lectores de este blog, así como a los aficionados al carnaval, a conocer una perspectiva diferente. Muchas gracias por tu atención y espacio dedicado
."

Dr. Hugo Z. Hackenbush